Lectura comprensiva de la realidad IV
Entre la niñez y la adolescencia.
Angélica, acaba de cumplir 12 años, tiene una hermana mayor, y dos hermanos menores que ella, vive en el campo, desde que nació. Han quedado al cuidado de su padre y la abuela materna, pues su madre fue a España a trabajar, hace casi dos años, tiene pocas noticias suyas, sabe que está en una ciudad al sur, y que vive en la casa de unos ancianos, a quienes cuida pues sus hijos no tienen tiempo para esa tarea.
La zona donde vive es la típica compañía del campo, perdida entre el monte, donde se separa de otros poblados por los bosques y riachuelos que serpentean sin cesar entre rocas musgosas. Las plantaciones están divididas en dos, alrededor de la casa están puestas aquellas que son de consumo familiar, casi diario; y a un radio de un kilómetro de la casa se inician las plantaciones masivas, de un lado frutas, y del otro verduras. Los caminos son inaccesibles normalmente, y cuando llueve la población queda aislada por semanas.
En la escuela tiene varias amigas, lidera un grupo que baila música folklórica, en el país esto es una tradición, pero que solo se conserva ya en el campo, las grandes ciudades van teniendo otro ritmo de vida, y por tanto otro estilo de música, una cultura menos autóctona, y más trastocada por las influencias de países limítrofes. A veces, todo esto se mezcla en algún festival que eventualmente se organiza en la comunidad para conmemorar una fecha ya lejana, que nadie recuerda bien la historia o sus significados.
La abuela ejerce mucha presión sobre ella, la controla bastante, no la deja jugar con los varones, ni subirse al árbol, su madre si le permitía esto. Ir a comprar alguna provista para la casa se convierte siempre en un suplicio, el rosario de recomendaciones que recibe se compara con el tratado firmado por el país para la construcción de alguna empresa binacional; esto le genera muchos miedos e inseguridades, cree que tiene un problema grave, y no entiende cual es, para ella nada ha cambiado, salvo una, que solo ella sabe.
A veces se pone a caminar sin rumbo fijo, sin medir la distancia ni el tiempo, lo hace hasta quedarse extenuada, como si perdiera el sentido y entrara en un trance, que al cabo de un tiempo la deja, entonces retorna a su casa, más liviana, más tranquila, menos dolida con su abuela, menos cargada de tensiones. Esto lo aprendió de su madre, que cuando tenia discusiones con su padre, generalmente por razones de dinero, salía sin decir nada, y regresaba casi al oscurecer, para hacerles la cena.
Es una alumna regular, la lectura y explicaciones de textos le cuesta bastante, siempre obtiene bajas notas en las materias leídas; en cambio para las matemáticas es ágil, termina las operaciones de un modo maratónico, le han propuesto competir por la escuela en las olimpíadas regionales que se van a celebrar próximamente, pero en su casa, ella lo sabe… no le darán permiso; la sola idea de decirlo le da pavor, el hecho de tener que viajar, por más que sea por pocos días, generaría un conflicto similar a lo ocurrido el día en que su madre hizo su maleta y, sin mucha explicación, abandonó la casa, la ciudad, el país, a ella, a la familia; esta situación no puede volver a repetirse.
Desde hace unos meses, sin sentir ninguna molestia previa, le ha iniciado un sangrado débil, que le baja de modo periódico, se siente mal por la situación, no le genera dolor. En su entorno no se han dado cuenta que ha crecido mucho, y que ha entrado a una nueva etapa de la vida, la explicación la sigue esperando, pero es un tema del cual las personas adultas no hablan, y mucho menos las de su edad.
B.E.